domingo, 22 de abril de 2012

DIAPOSITIVAS

COLLAGES
















AUDIOMITOS

Juliana Rivas
                                                                      Andres Castillo

HISTORIETAS Y DIBUJOS



Nicolas Gallego
Yedwin Riaño
Camila Cepeda
Andres Castillo
Kevin Murillo
Brahyan steven Lopez
                                                                

yedwin Riaño



Literatura Aborigen

La literatura colombiana, como manifestación de cultura, es mestiza, tropical y diversa. La lucha constante de los legados español, indígena y negro, y la lucha misma en contra de manifestaciones exteriores, producen en Colombia la constante búsqueda por una voz nacional.
Literatura Indígena
La voz indígena, pobladora original de lo que hoy es Colombia, es paradójicamente la que menos sobrevive. La violencia de los conquistadores y sus esfuerzos por imponer sus costumbres causaron la pérdida de textos legendarios. Algunos de los textos sobrevivientes:
Leyenda de Yurupary. Narración de origen amazónico, escrita por el indio José Roberto y traducida al italiano por el conde Ermanno Stradelli. Yurupary es un héroe mítico, conocido en Brasil y Colombia.
http://es.wikipedia.org/wiki/Literatura_…

Por no poseer nuestros indígenas un sistema de escritura concretamente establecido que haya conservado con fijeza sus expresiones poéticas o literarias, cabe preguntarse de qué manera o en qué sentido nos podemos referir a la literatura indígena colombiana. Es claro que ni la existencia de una literatura ni la ausencia de ésta suponen la negación de una creación verbal o imaginativa.
Como en otras grandes civilizaciones de la antigüedad, la literatura colombiana fue originalmente oral. Con el fin de apreciarla, debemos recurrir a textos tradicionales que fueron fijados cuando se estableció la costumbre europea de poner por escrito, las narraciones orales.
Descartando por tanto, la pretendida necesidad de encontrar documentos escritos para poder hablar de literatura indígena colombiana, la tradición oral se nos presenta como la principal fuente que puede ser utilizada para la construcción del pasado, en especial de la palabra viva.
Las culturas sin escritura tienen una memoria sólidamente desarrollada y transmiten sus tradiciones en una forma oral fuertemente encadenada por fórmulas, donde se plasma la necesidad de crear un espacio a la fantasía e imaginación del narrador, a su deseo de ofrecer un testimonio, de satisfacer el deseo de sensación de toda la colectividad y de acrecentar el placer que él mismo siente en su relato, persiguiendo un objetivo estético, ético y didáctico.

La palabra surge alternativamente con una idea del mundo, donde sólo es posible expresarla colectivamente en el rito, en el mito, en el baile, en la fiesta y el drama; ella actúa protegiendo y estabilizando a toda una colectividad y al individuo.
El relato mítico, el poema, el drama, no son creados como textos literarios en sí; la palabra viva, cumple una función fundamental y creadora, poderosa y espontánea. Emerge ante todo, y llena de poesía, frente a una serie de ámbitos como la vivencia trágica y dinámica, contradictoria y radical de la realidad, la fusión de la musicalidad y el ritmo de la naturaleza con la palabra, las relaciones del individuo con el grupo y de éste con su realidad material, en suma, por la fantasía y emoción que encierra su discurso y que convive con su realidad social, la cual maneja ampliamente su conocimiento, su pensamiento y su práctica social.

La palabra viva se mantiene como condición regeneradora, a través de la tradición oral. Hasta el presente, el relato mítico ha tenido un tratamiento científico y antropológico, en su funcionalidad mitológica. Los mitos indígenas no han sido suficientemente estudiados en su funcionalidad literaria; es decir, teniendo en cuenta los elementos literarios que subyacen en ellos: presencia de un narrador, metáforas, relatos incluidos dentro de la narración.
Existen muchos ejemplos de formalización literaria del relato mítico. Cada uno se caracteriza por el predominio de puntos de vista, estilos e imágenes que expresan modos de ver la realidad característicos del hombre indígena.
En el ámbito latinoamericano, encontramos "Hombres de Maíz" de Miguel Angel Asturias, profundo conocedor de la mitología Maya-Quiché. En la obra, el mito se nos entrega como un ser vivo que cambia y sufre mutaciones de acuerdo con las nuevas condiciones históricas. El maíz como símbolo, representa al hombre que según el Popol-Vuh dio origen a los primeros hombres.
Relatos Míticos de Colombia Aborígen
En Colombia, hay relatos míticos que en la actualidad, todavía son narrados por la tradición oral. Veamos algunos ejemplos de aquellos que tienen una mayor unidad narrativa, tratando de abarcar en lo posible, el mayor número de comunidades indígenas.
Relatos de los indígenas kogui: "La creación" y "Sintana"; relatos de los indígenas Chimila: "La mala mujer", "El hombre que soñó con un caimán"; relatos de los indígenas Sibundoy o kamsá: "Cuento sobre el hombre que hizo la cocha de Sibundoy", "La leyenda del señor tigre"; relatos de los indígenas kunas: "Por qué la luna tiene la cara manchada", "El tigre y el fuego"; relatos de los indígenas Guahibo: "Ibarrua (el caimán)", "El pescado"; relatos de los indígenas Guayabero: "Lamman", "Mitología guayabero", "Kuwoi"; relatos de los indígenas Barasana: "Historia de la luna", "Tigre y yague"; relato de los indígenas Desana: "mito de la creación"; relatos de los indígenas Murui-muinane: "Historia de la creación", "Historia de Llaroca Amena", "Historia de Jirallahuma", "Historia del chontaduro"; relatos de los indígenas Emberá: "Jeropotowarra", "Jinupoto"; relatos de los indígenas Chamí: "Jinapotabar", "Borocande" (la casa de la cabeza arrancada), "Karabi".

Junto a los anteriores relatos, existen otros tales como: "Los tres hermanos" de los Guajiros; "El Trueno" de los Paeces; "El Diluvio" de los indios Chocós; "Sobre la creación del mundo" de los Catíos de Antioquia y Chocó; "El trueno Dios" de los Pijaos de Tierradentro; "Pirrarro" de los Puinabes del Inírida; "Chiminigagua: creación del mundo" de los Chibchas. Y el mito de Yurupary.

El Día del Idioma

El Día del Idioma Español es una conmemoración organizada por el Instituto Cervantes para celebrar la importancia del español como lengua internacional, que ya cuenta con más de 450 millones de hispanohablantes en el mundo. El Día del Idioma Español tiene su origen en el año 1926, cuando el escritor valenciano Vicente Clavel Andrés propuso la idea de un día especial para celebrar la literatura. La tradición comenzó en Valencia y se diseminó gradualmente en toda España. En 1964, la celebración fue adoptada por todos los países hispanohablantes.
El 23 de abril se celebra el Día Mundial del Idioma Español en honor al escritor Miguel de Cervantes Saavedra, quien murió el 23 de abril del año 1616 y cuya novela "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha" está considerada la obra cumbre de la lengua española. En la misma fecha, pero del calendario juliano, murió William Shakespeare. También murieron en diferentes años, el peruano Inca Garcilaso de la Vega y Vladimir Nabokov (en 1899). En algunos países se conmemora a la vez el Día del Libro.
En julio de 2011 el Instituto fue centro de la polémica cuando censuró la votación del Día E en la que la palabra "república" ya iba en cabeza con 8166 votos. A los pocos minutos de cerrar las votaciones por "problemas técnicos" (durante una semana) suprimieron la lista clasificatoria con los votos de la web, lo que impedía al público comprobar que "república" ya había superado a sus competidoras, como "limón" o "cachivache". El Día E publicaron una lista con las 10 palabras más votadas, en lugar de la tradicional finalista única.1 El Día del Idioma fue institucionalizado en Colombia mediante el decreto 708 del 23 de abril de 1938, durante la administración del Presidente Alfonso López Pumarejo, siendo Ministro de Educación Nacional José Joaquín Castro Martínez.

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA



Biografia o vida de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

Famoso novelista español nacido en Alcalá de Henares, cuarto (segundo varón) de seis hijos de Rodrigo Cervantes Saavedra (cirujano) y de Leonor Cortinas.

Estudió en Valladolid y Salamanca. Entró en la milicia en 1569; en 1571 participó en la Batalla de Lepando donde recibió tres arcabuzazos: dos en el pecho y otro que le destrozó la mano izquierda, por lo que fue apodado "El manco de Lepando".

Fue tomado en rehén, cuando regresaba a España, por Arnaute Mamí durante cinco años y medio.

En 1584 se casa con Catalina de Palacios Salazar, de la que luego se separa.

Fue excomulgado en 1589 por embargar cereales del Cabildo de Sevilla. Luego es encarcelado en 1597 por una deuda creada por la quiebra del baquero Freyre, quien le engañó y huyó.

En 1605 es acusado de asesinato por lo que pasó por una breve prisión y publicó la primera parte de su obra maestra "El Quijote".

Con frecuencia se dice que Shakespeare y Cervantes murieron el mismo día y, en efecto, ambos murieron el 23 de abril de 1616. Solo que entonces Inglaterra se regía por el calendario Juliano y España por el Gregoriano, entre los cuales había una diferencia de 10 días, de manera que, de acuerdo con nuestro calendario, Shakespeare murió en realidad el 3 de mayo.

¿ PORQUE SE CELEBRA EL DIA DEL IDIOMA?

.Para recordar la obra del insigne escritor Miguel De Cervantes Saavedra y conmemorar
 su fallecimiento, ocurrido el
 23 de abril de 1616, hoy se celebra el Día del Idioma, del Libro, del Biblotecario, y
 del derecho de autor.
También se recuerda el natalicio y fallecimiento de otros escritores que hicieron grandes
 aportes a nuestro idioma y al 
mundo de los libros.
El Día del Idioma fue institucionalizado en Colombia mediante el decreto 708 del 23 de
 abril de 1938, durante la
 administración del Presidente Alfonso López Pumarejo, siendo Ministro de Educación
 Nacional José Joaquín Castro
 Martínez.
Entre los hechos por los cuales se celebra el 23 de abril el Día del Idioma, se destacan:
- Fallecimiento de Miguel De Cervantes Saavedra, el 23 de abril de 1616. Sus biógrafos
 y estudiosos
desconocen la fecha exacta de su nacimiento. Sólo se ha establecido que fue bautizado el
 9 de octubre de 1547. 
Este novelista es admirado mundialmente por su obra cumbre “El ingenioso Hidalgo Don 
Quijote de la Mancha”. 
También es autor de “Trabajos de Persiles”, “Segismunda” y “Novelas ejemplares”.

- Nacimiento, el 23 de abril de 1564 y muerte, el 23 de abril de 1616, del escritor y
 dramaturgo inglés William 
Shakespeare, autor de “Romeo y Julieta”, “Hamlet”, y “Otelo”, entre otros.

- Nacimiento de Marco Fidel Suárez, en Bello, Antioquia, en 1855. Autor de las obras
 “Oración a Jesucristo” y
 “Los sueños de Luciano Pulgar”, en esta última, de 12 tomos, consigna todo su obra
 literaria. Fue Presidente
 de la República de 1918 a 1922. Murió el 3 de abril de 1927, en Santafé de Bogotá a
 la edad de 72 años.

- Nacimiento del escritor antioqueño Manuel Mejía Vallejo, en 1923. Cuentista y 
novelista, Mejía Vallejo produjo
 una excelente obra literaria, orgullo de todos los paisas y colombianos en general.
 Escribió “Al pie de la ciudad”, 
“El día señalado”, “El hombre que parecía un fantasma” y “Las muertes ajenas”,
 entre otras.

jueves, 19 de abril de 2012

Gabriel Arturo Castro


Gabriel Arturo Castro. Es un poeta, ensayista y antropólogo de Colombia, nacido en Bogotá, en 1962. Es maestro coordinador de talleres de arte y literatura. Su obra poética explora desde un lenguaje rico en imágenes y matices simbólicos las diversas realidades del hombre moderno y su fragilidad ante la muerte, el dolor, la guerra, la soledad. Sus ensayos sobre poetas colombianos aparecen en diversos periódicos, revistas como el Boletín Cultural y Bibliográfico y otros medios del país como del exterior.

[editar]Obras

  • Libro de Alquimia y Soledad (Educar Editores, 1992)
  • Alquimia de la media luna (Verdehalago-UNAM, México, 1996)
  • Tras los versos de Job (Sic Editorial, Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob, 2009)

[editar]Premios

miércoles, 18 de abril de 2012

RESUMEN DEL CHAC MOOL

La historia comienza cuando el "amigo" va a recoger el cadáver de Filiberto que se había ahogado en Acapulco el fin de semana de Semana Santa.
En el transcurso de el camino el "amigo" encuentra un portafolios que pertenecía a Filiberto y ahí encuentra un boleto solo de ida, un cacho de lotería y un cuaderno barato que al parecer después, el se da cuenta era un tipo diario.
En el cuenta lo aburrida que es su vida y como le gustaba coleccionar arte indigena Mexicana y estaba interesado en conseguir un Chac Mool. Menciona k conoce a un tal Pepe que le informa que venden una de piedra y de tamaño natural.
El la compra y al no tener espacio en su casa para ponerla la pone en el sótano.
Al poco tiempo se le descompone la tubería y el agua acaba en el sótano...
Desde esa noche el empieza a oír ruidos raros pero piensa k es su imaginación y los ignora.
A los pocos días llueve y el sótano se le vuelve a llenar de agua...
Y los ruidos siguen y el sin saber k es.
Un día decide quitarle la lama que le empieza a salir por la humedad y nota como a limpiar su contorno el Chac Mool estaba blandito como piel o carne.
Piensa que le han vendido una imitación de yeso.
Pero una noche descubre que el Chac Mool estaba vivo como el sospechaba,
Al principio parece fascinarle pero después se vuelve su prisionero.
El Chac Mool se apodera de su cama y tiene el agua corriendo en su casa todo el día…
Filiberto también nota que el Chac Mool sale de noche a casar gatos y ratas para comérselas.
Filiberto pierde su trabajo días después y todos piensan k se ha vuelto loco y como ya no tiene con que pagar el agua se la cortan y el Chac Mool lo obliga acarrear aguan en cubetas de una fuente q’ hay cerca de su casa y lo vigila des de la azotea amenazando lo de que si trata de escapar lo matar de un rayo.
Mientras tanto Filiberto nota como el Chac Mool se empieza “hacer humano” se toma los vinos, viste de seda, se maquilla y le pide que le traiga a una “gata” a la casa…
Es cuando Filiberto decide escapar ya que pensaba que sin agua Chac Mool se volverá en piedra. Así hace su viaje pero muere AHOGADO en Acapulco…
Cuando su “amigo” lleva a Filiberto a su casa ve que un indio le abre la puerta, con todas las características del Chac Mool y el le dice que lo sabe todo que lleven su cadáver al sótano.

***-Nota que donde quiera k Chac Mool este, hay agua…
-Piensa que Filiberto murió ahogado…para mi le cumplió la amenaza, no lo fulmino pero si lo ahogo, se salio con la su ya.
-para mi Chac Mool mato a Filiberto y tratara de revivirlo al ordenar “llévenlo al sótano”
-Y Piensa como o porque el Chac Mool empieza adoptar costumbres humanas…

La historia no afirma si lo que Filiberto relata es cierto o no pero el final lo decides tu ya que termina sin explicaciones y con lo que el amigo ve, un indio amarillo que le dice que “lo se todo.”

Leyenda del yurupari















COLLAGE

Pueden enviar los suyos al correo : sagradafamilia8-2@hotmail.com ☺☺ :)

martes, 17 de abril de 2012

CHAC MOOL

Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque había sido despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los años, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por los sudores de la cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria en La Quebrada y sentirse “gente conocida” en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien; pero ahora, a los cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, ¡intentar salvar, a la medianoche, el largo trecho entre Caleta y la isla de la Roqueta! Frau Müller no permitió que se le velara, a pesar de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido dentro de su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompañado de huacales y fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, muy temprano, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos: el chofer dijo que lo acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos con lonas, para que no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje.
Salimos de Acapulco a la hora de la brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada nacieron el calor y la luz. Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller. Doscientos pesos. Un periódico derogado de la ciudad de México. Cachos de lotería. El pasaje de ida -¿sólo de ida? Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel mármol.
Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómitos y cierto sentimiento natural de respeto por la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría -sí, empezaba con eso- nuestra cotidiana labor en la oficina; quizá sabría, al fin, por qué fue declinado, olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni “Sufragio Efectivo No Reelección”. Por qué, en fin, fue corrido, olvidaba la pensión, sin respetar los escalafones.
“Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El Licenciado, amabilísimo. Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte años podía darme más lujos que a los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con energía cualquier opinión peyorativa hacia los compañeros; de hecho, librábamos la batalla por aquellos a quienes en la casa discutían por su baja extracción o falta de elegancia. Yo sabía que muchos de ellos (quizá los más humildes) llegarían muy alto y aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya compañía cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes se quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, nos quedamos a la mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja invisible de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme en las sillas modernizadas -también hay, como barricada de una invasión, una fuente de sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos antiguos compañeros, cambiados, amnésicos, retocados de luz neón, prósperos. Con el café que casi no reconocía, con la ciudad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían; o no me querían reconocer. A lo sumo -uno o dos- una mano gorda y rápida sobre el hombro. Adiós viejo, qué tal. Entre ellos y yo mediaban los dieciocho agujeros del Country Club. Me disfracé detrás de los expedientes. Desfilaron en mi memoria los años de las grandes ilusiones, de los pronósticos felices y, también todas las omisiones que impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va olvidando y, al cabo, ¿quién sabrá dónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascos, las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. Y sin embargo, había habido constancia, disciplina, apego al deber. ¿No era suficiente, o sobraba? En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Rilke. La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con todos nuestros secretos. Hoy, no tendría que volver la mirada a las ciudades de sal. ¿Cinco pesos? Dos de propina.”
“Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta; en media cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo y -No, mira, parece evidente. Llegan los españoles y te proponen adorar a un Dios muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ¿Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?... figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o por mahometanos. No es concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que incluso va a que le arranquen el corazón, ¡caramba, jaque mate a Huitzilopochtli! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos.
“Pepe conocía mi afición, desde joven, por ciertas formas de arte indígena mexicana. Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi consumo con estos temas. Por cierto que busco una réplica razonable del Chac Mool desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un lugar en la Lagunilla donde venden uno de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo.
“Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente perturbación de las labores. He debido consignarlo al Director, a quien sólo le dio mucha risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costillas el día entero, todos en torno al agua. Ch...”
“Hoy domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha que me señaló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamaño natural, y aunque el marchante asegura su originalidad, lo dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la elegancia de la postura o lo macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate en la barriga al ídolo para convencer a los turistas de la sangrienta autenticidad de la escultura.
“El traslado a la casa me costó más que la adquisición. Pero ya está aquí, por el momento en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras necesitan sol vertical y fogoso; ese fue su elemento y condición. Pierde mucho mi Chac Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharme que le niegue la luz. El comerciante tenía un foco que iluminaba verticalmente en la escultura, recortando todas sus aristas y dándole una expresión más amable. Habrá que seguir su ejemplo.”
“Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y se desbordó, corrió por el piso y llego hasta el sótano, sin que me percatara. El Chac Mool resiste la humedad, pero mis maletas sufrieron. Todo esto, en día de labores, me obligó a llegar tarde a la oficina.”
“Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac Mool, con lama en la base.”
“Desperté a la una: había escuchado un quejido terrible. Pensé en ladrones. Pura imaginación.”
“Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuirlo, pero estoy nervioso. Para colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando el sótano.”
“El plomero no viene; estoy desesperado. Del Departamento del Distrito Federal, más vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra.”
“Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco, porque toda la masa de la escultura parece padecer de una erisipela verde, salvo los ojos, que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe me ha recomendado cambiarme a una casa de apartamentos, y tomar el piso más alto, para evitar estas tragedias acuáticas. Pero yo no puedo dejar este caserón, ciertamente es muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana. Pero es la única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con sinfonola en el sótano y una tienda de decoración en la planta baja.”
“Fui a raspar el musgo del Chac Mool con una espátula. Parecía ser ya parte de la piedra; fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No se distinguía muy bien la penumbra; al finalizar el trabajo, seguí con la mano los contornos de la piedra. Cada vez que lo repasaba, el bloque parecía reblandecerse. No quise creerlo: era ya casi una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he echado encima unos trapos; mañana la pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total.”
“Los trapos han caído al suelo, increíble. Volví a palpar el Chac Mool. Se ha endurecido pero no vuelve a la consistencia de la piedra. No quiero escribirlo: hay en el torso algo de la textura de la carne, al apretar los brazos los siento de goma, siento que algo circula por esa figura recostada... Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello en los brazos.”
“Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la atención. Quizá me mostré hasta descortés con los compañeros. Tendré que ver a un médico, saber si es mi imaginación o delirio o qué, y deshacerme de ese maldito Chac Mool.”
Hasta aquí la escritura de Filiberto era la antigua, la que tantas veces vi en formas y memoranda, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, sin embargo, parecía escrita por otra persona. A veces como niño, separando trabajosamente cada letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en lo ininteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa:
“Todo es tan natural; y luego se cree en lo real... pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si un bromista pinta el agua de rojo... Real bocanada de cigarro efímera, real imagen monstruosa en un espejo de circo, reales, ¿no lo son todos los muertos, presentes y olvidados?... si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?... Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar allá, la cola aquí y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el rumor de un caracol marino. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haberse borrado hoy; era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. Y luego, como la tierra que un día tiembla para que recordemos su poder, o como la muerte que un día llegará, recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad: sabíamos que estaba allí, mostrenca; ahora nos sacude para hacerse viva y presente. Pensé, nuevamente, que era pura imaginación: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una noche; amarillo, casi dorado, parecía indicarme que era un dios, por ahora laxo, con las rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. Y ayer, por fin, un despertar sobresaltado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a dormir... No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volvía a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra, recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas crueles y amarillas.
“Casi sin aliento, encendí la luz.
“Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaron los dos ojillos casi bizcos, muy pegados al caballete de la nariz triangular. Los dientes inferiores mordían el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casuelón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó hacia mi cama; entonces empezó a llover.”
Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una recriminación pública del Director y rumores de locura y hasta de robo. Esto no lo creí. Sí pude ver unos oficios descabellados, preguntándole al Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en el desierto. No supe qué explicación darme a mí mismo; pensé que las lluvias excepcionalmente fuertes, de ese verano, habían enervado a mi amigo. O que alguna depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son de fines de septiembre:
“Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, ‘...un gluglú de agua embelesada’... Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales y el castigo de los desiertos; cada planta arranca de su paternidad mítica: el sauce es su hija descarriada, los lotos, sus niños mimados; su suegra, el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las sandalias flamantes de vejez. Con risa estridente, Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon y puesto físicamente en contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro y en la tempestad, naturalmente; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del escondite maya en el que yacía es artificial y cruel. Creo que Chac Mool nunca lo perdonará. Él sabe de la inminencia del hecho estético.
“He debido proporcionarle sapolio para que se lave el vientre que el mercader, al creerlo azteca, le untó de salsa ketchup. No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco con Tlaloc1, y cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los primeros días, bajó a dormir al sótano; desde ayer, lo hace en mi cama.”
“Hoy empezó la temporada seca. Ayer, desde la sala donde ahora duermo, comencé a oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí; entreabrí la puerta de la recámara: Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; al verme, saltó hacia la puerta con las manos arañadas, y apenas pude cerrar e irme a esconder al baño. Luego bajó, jadeante, y pidió agua; todo el día tiene corriendo los grifos, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he pedido que no empape más la sala2.”
“El Chac inundó hoy la sala. Exasperado, le dije que lo iba a devolver al mercado de la Lagunilla. Tan terrible como su risilla -horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre o de animal- fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de pesados brazaletes. Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era bien distinta: yo dominaría a Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la niñez -¿quién lo dijo?- es fruto comido por los años, y yo no me he dado cuenta... Ha tomado mi ropa y se pone la bata cuando empieza a brotarle musgo verde. El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, desde siempre y para siempre; yo, que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme ante él. Mientras no llueva -¿y su poder mágico?- vivirá colérico e irritable.”
“Hoy decidí que en las noches Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta una tonada chirriona y antigua, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias veces a su puerta, y como no me contestó, me atrevía a entrar. No había vuelto a ver la recámara desde el día en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas, y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta, hay huesos: huesos de perros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas.”
“Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; me ha obligado a telefonear a una fonda para que diariamente me traigan un portaviandas. Pero el dinero sustraído de la oficina ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por falta de pago. Pero Chac Mool ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí; todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que si intento huir me fulminará: también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al tanto de sus correrías nocturnas... Como no hay luz, debo acostarme a las ocho. Ya debería estar acostumbrado al Chac Mool, pero hace poco, en la oscuridad, me topé con él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada y quise gritar.”
“Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse otra vez en piedra. He notado sus dificultades recientes para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, contra la pared y parece ser, de nuevo, un ídolo inerme, por más dios de la tempestad y el trueno que se le considere. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme, arañarme como si pudiese arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos intermedios amables durante los cuales relataba viejos cuentos; creo notar en él una especie de resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a pensar: los vinos de mi bodega se están acabando; Chac Mool acaricia la seda de la bata; quiere que traiga una criada a la casa, me ha hecho enseñarle a usar jabón y lociones. Incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación: si el Chac cae en tentaciones, si se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se acumulen en un instante y caiga fulminado por el poder aplazado del tiempo. Pero también me pongo a pensar en algo terrible: el Chac no querrá que yo asista a su derrumbe, no querrá un testigo..., es posible que desee matarme.”
“Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos qué puede hacerse para conseguir trabajo y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se avecina; está canoso, abotagado. Yo necesito asolearme, nadar y recuperar fuerzas. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré a la Pensión Müller, que es barata y cómoda. Que se adueñe de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua.”
Aquí termina el diario de Filiberto. No quise pensar más en su relato; dormí hasta Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso de trabajo, con algún motivo sicológico. Cuando, a las nueve de la noche, llegamos a la terminal, aún no podía explicarme la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para llevar el féretro a casa de Filiberto, y después de allí ordenar el entierro.
Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un indio amarillo, en bata de casa, con bufanda. Su aspecto no podía ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata, quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar teñido.
-Perdone... no sabía que Filiberto hubiera...
-No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano.
FIN